Llevo ya varios días construyendo mi camino, y paso tras paso sigo sin tener claro donde me llevara el siguiente, la vegetación ha terminado por borrar el sendero haciendo de mi viaje una autentica aventura en la que no tengo muy claro de donde vengo y hacia donde voy. Ya empiezo a añorar la amena conversación de algún aldeano que disipe la nubes de mi mente con relatos triviales. La ausencia de compañía deja libre la cerradura que abre la puerta a las dudas y miedos. Pese a las nubes de mi interior el sol calienta con intensidad y dificulta cada uno de mis pasos que me llevan ya hacia el meridiano del día. Un viejo roble se me antoja el mejor de los tronos, a su sombra un par de raíces me invitan a descansar, dejo la capacha a un lado y me dejo caer entre ellas, que me recojen como si de dos brazos se trataran.
Una brisa fresca y suave acaricia mi rostro, cada vez con mas dificultad me cuesta mantenerme despierto, me acerco mi zurrón y dejo de luchar, me dejo llevar por el sueño.
Ruidos de chapoteos me despiertan, me incorporo, recojo mis cosas y me decido a investigarlo. Me voy guiando por mi oído hasta encontrar una salida de la arboleda, ante mi se abre un mar en el que no alcanzo a divisar el otro extremo. El agua es clara y cristalina y el césped verde intenso llega hasta la orilla a modo de alfombra invitándote a llegar hasta ella y disfrutar del espectáculo. A lo lejos se divisan barcos, multitud de ellos. Unos van, otros vienen, otros permanecen parados, pero todos y cada uno de ellos llaman mi atención, aunque cada uno por razones distintas. Los hay veleros que se dejan llevar por los vientos que soplan, los hay a vapor que navegan tranquilos pero sin pausa, otros se imponen como fuertes y monumentales trasatlánticos pero plagados de historias y personas que escapan de sus realidades, incluso se divisan pequeñas barcas de remos de personas donde por turnos reman ayudándose a encontrar un puerto.
Barcos, barcos, barcos.
Historias, historias, historias.
Elecciones, elecciones, elecciones.
El sol acaricia ya el horizonte, los últimos rayos de sol se escapan regalándome mil reflejos, en cada uno de ellos creo verte, pero en cada uno eres distinta, en cada uno me regalas un momento, en cada uno apareces y desapareces. Los minutos van pasando y los reflejos van adquiriendo alas saltando, volando y convirtiéndose en estrellas en el firmamento. Me acuesto sobre el césped, y me relajo observando el oscuro cielo moteado de estrellas, las observo e intento encontrar de entre ellas la mas brillante. Nuevamente el sueño me captura, la temperatura es agradable, creo que pasare aquí la noche con el cielo como único manto.
Despierto y aun sigo abrazado por las raíces del viejo roble.
¿Todo fue un sueño? ¿cuanto tiempo he dormido?
Me incorporo, recojo mi zurrón, y sin dudar empiezo a andar como si conociera la dirección de mi camino. La noche me va alcanzando pero continuo mi caminar, cuando el sol ya se ha despedido de la tarde, llego a un viejo embarcadero. Solo una barca permanece atracada y con ella dos remos. A lo lejos la oscuridad de la noche solo permite divisar una luz. Parece que tocara remar.
Una brisa fresca y suave acaricia mi rostro, cada vez con mas dificultad me cuesta mantenerme despierto, me acerco mi zurrón y dejo de luchar, me dejo llevar por el sueño.
Ruidos de chapoteos me despiertan, me incorporo, recojo mis cosas y me decido a investigarlo. Me voy guiando por mi oído hasta encontrar una salida de la arboleda, ante mi se abre un mar en el que no alcanzo a divisar el otro extremo. El agua es clara y cristalina y el césped verde intenso llega hasta la orilla a modo de alfombra invitándote a llegar hasta ella y disfrutar del espectáculo. A lo lejos se divisan barcos, multitud de ellos. Unos van, otros vienen, otros permanecen parados, pero todos y cada uno de ellos llaman mi atención, aunque cada uno por razones distintas. Los hay veleros que se dejan llevar por los vientos que soplan, los hay a vapor que navegan tranquilos pero sin pausa, otros se imponen como fuertes y monumentales trasatlánticos pero plagados de historias y personas que escapan de sus realidades, incluso se divisan pequeñas barcas de remos de personas donde por turnos reman ayudándose a encontrar un puerto.
Barcos, barcos, barcos.
Historias, historias, historias.
Elecciones, elecciones, elecciones.
El sol acaricia ya el horizonte, los últimos rayos de sol se escapan regalándome mil reflejos, en cada uno de ellos creo verte, pero en cada uno eres distinta, en cada uno me regalas un momento, en cada uno apareces y desapareces. Los minutos van pasando y los reflejos van adquiriendo alas saltando, volando y convirtiéndose en estrellas en el firmamento. Me acuesto sobre el césped, y me relajo observando el oscuro cielo moteado de estrellas, las observo e intento encontrar de entre ellas la mas brillante. Nuevamente el sueño me captura, la temperatura es agradable, creo que pasare aquí la noche con el cielo como único manto.
Despierto y aun sigo abrazado por las raíces del viejo roble.
¿Todo fue un sueño? ¿cuanto tiempo he dormido?
Me incorporo, recojo mi zurrón, y sin dudar empiezo a andar como si conociera la dirección de mi camino. La noche me va alcanzando pero continuo mi caminar, cuando el sol ya se ha despedido de la tarde, llego a un viejo embarcadero. Solo una barca permanece atracada y con ella dos remos. A lo lejos la oscuridad de la noche solo permite divisar una luz. Parece que tocara remar.
¿Quien me esperara junto al fulgor de aquel fuego?
Espero no perderme en la noche.
Esta cualidad tuya está muy bien, y no la conocía.
ResponderEliminarSigue así porque me gustan muchos tus historias.